sábado, 13 de marzo de 2010

PostHeaderIcon II Exaltación Cofrade del Grupo Joven de la Hermandad de la Candelaria


Exaltador: Jesús de la Salud Fernández Muñoz

Gracias a tí José Carlos por ser como eres, por tener ese corazón tan grande y por ganarte el cariño de la gente de una forma tan admirable. En tí he encontrado más de una vez el calor de la amistad y el anhelo de esos días de cuaresma en los que tan felices somos. Nací en un hospital macareno, he vivido muchos años en un barrio de viernes de dolores, y actualmente resido en el epicentro azul y plata de la ciudad de Sevilla. Éste soy yo. Un cofrade de corazón y candelario de herencia, porque, como dice mi padre, antes que nada él me va a dejar dos cosas en esta vida, ser bético y candelario, aunque sobre lo primero no es la mejor época para hablar. Me considero un apasionado de la puntualidad y un pesado amante de lo perfecto, aunque más de una vez me he dado con un canto en los dientes.

Poco a poco, y según iba tomando contacto con la vida, me iba dando cuenta de que los pasos a los cuales de pequeño no podía acercarme del miedo que me daban, son una de las formas más perfectas de enlazar a Dios y a su Madre con el pueblo al que, mediante su esfuerzo y fatiga, consiguió salvar del más trágico de los finales.

También me dí cuenta de que no vivo en cualquier sitio. Sevilla es cuna de fe, tradición y magia... Porque, ¿hay algo más mágico que la Candelaria por los jardines? Considero que vivir en Sevilla es una emoción eterna, un sueño desmedido y un consuelo divino en un mundo desigual.

No ha sido fácil ordenar mis palabras, darles una estructura digna para que sea agradable a vuestro corazón, que es el verdadero protagonista y causante de que amemos a nuestros Sagrados Titulares, y de que hagamos del trabajo que conlleva pertenecer a una Hermandad la más absoluta de las satisfacciones.

Hoy quizás se cumple un sueño, que es el poder narraros con mis humildes palabras momentos que han marcado mi vida y que por siempre llevaré en mi recuerdo. Quizá sea corta mi edad, pero los 16 años que tengo me han sido suficientes para poder experimentar algunas sensaciones en el mundo de las hermandades, tanto buenas como no tan buenas, pero de todo se aprende, y eso es lo importante

Sólo guardo buenos recuerdos de aquella noche marzo, noche que hoy se repite, y en la cual me toca la responsabilidad de alcanzar el nivel tan alto que mi querido amigo puso, y os aseguro que las ganas me desbordan, porque me siento bien, porque siento el calor de mi hermandad, porque mi grupo está conmigo.

Espero haceros llegar el sentimiento y la emoción que he plasmado en estos folios. Espero haceros entender que para mí la hermandad de la Candelaria, es y será uno de los pilares que conformarán mi vida. Espero poder transportaros, con algo tan sencillo como mis modestas palabras, a vuestros mejores recuerdos, vivencias y momentos en vuestra vida cofrade, vida que para mi comenzó en el día en el que me di cuenta de que todo esto no era un sueño.

Aquí comienza mi batalla contra el tiempo, que no deja de pasar, y que marcará en mí un antes y un después en el instante en el que pronuncie mi última palabra esta noche.

Va por ustedes.

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Hermano Mayor y Junta de Gobierno de esta Ilustre y Fervorosa Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Salud, María Santísima de la Candelaria, Nuestra Señora del Subterráneo y Señor San Nicolás de Bari, cofrades y amigos que habéis querido acompañarme en esta noche tan especial, hermanos todos.

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Antes de seguir adelante con esta grata responsabilidad que me habéis encomendado; tengo que dedicar el que probablemente sea uno de los días que marquen mi vida. Y lo voy a dedicar a mi compañero José de la Rosa, porque a veces la vida es injusta y se saña con los buenos, con los que dedican su vida a dar ejemplo, desde la perspectiva más humilde. Arde en mí el deseo de verte por clase tan vital y correcto como siempre. Deseando tu pronta recuperación, va por ti José.

¡La hermandad! algo que sin duda ha dejado huella en muchos de los corazones que hoy se baten en duelo contra el nerviosismo que produce la llegada del gran día. Y es que candelarios, aunque en agosto nos hallemos sin duda serán seis letras las que con ternura añoremos. Martes. Martes de dulzura y de pureza. Martes en el que luz solo hay una, y ni se llama luna ni presume con aspaviento, tan solo es María, que con sus hermanos costaleros clama a Sevilla entera que Ella es la Llama etérea que alumbra con sentimiento. Un martes en el que el candelario siente y el capirotero aparenta, un martes en el que acaba un ciclo y comienza otro, un martes en el que todo lo que estamos haciendo vuelve a tomar sentido.

Y es que para mí tan solo existe un sentido. Y os aseguro que dista mucho con el de aquellos que vienen por la foto, o por la copita de después. Dista mucho de el que tan solo se acuerda de su Titular cuando se acercan los días grandes. No tiene nada que ver con los que consideran que tienen derecho a todo por el simple hecho de pertenecer a una junta. ¿Es qué no saben que Ellos están aquí todo el año? ¿Acaso piensan que la hermandad tan solo existe en cuaresma? Pobre de ellos. Qué tristeza me da pensar la cantidad de hermanos que se pierden el verdadero sentido que tiene esto. Y no es más que esas charlas llenas de recuerdos, esos momentos de priostía, la satisfacción que supone hacer algo por los demás. La ternura de aquellos que se emocionan, la grandeza de hacer de un detalle lo más bello del mundo, la virtud de compartir y de practicar la caridad. Este es mi sentido y esta, es mi hermandad.

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Tiempos difíciles corren en este siglo, que apenas sin darnos cuenta cumple ya diez años. Tiempos en los que el papel del católico, y más cercanamente hablando, del cofrade, presenta una situación muy complicada. Una situación complicada porque la sociedad actual ha creado una actitud de rechazo a la figura del creyente, el odio, para mí injustificado, a una Institución que aunque muchas veces yerra, como obra humana que es, lo que siempre ha intentado, bajo mi punto de vista, es ayudar a las sociedad e intentar que ayudados por la palabra de Dios, hagamos de nuestro caminar por este mundo una amplia lista de buenas acciones. Nos encontramos ante una sociedad que permite el aborto, en el que estamos privando a un ser humano como nosotros de su propia vida, el más grande de los regalos que Dios nos ha hecho. Sociedad que desprecia a Dios sin justificación alguna. Sociedad que se muestra débil ante el pecado. Ahora cofrades. Ahora es cuando tenemos que alzar nuestras voces y pregonar con todo nuestro orgullo y esfuerzo que creemos en Dios, que tenemos fe, y que nuestro amor por Él es infinito. Es difícil expresarlo, pero sólo estas tres cosas pueden dar explicación al cosquilleo en la barriga en el martes Santo por la mañana, al escalofrío de escuchar Candelaria, a las lágrimas que se escapan cuando la Virgen está subiendo la rampa de la iglesia y al suspiro que produce el mirar a la cara a nuestro Señor. Tan sólo la esperanza hace posible, que el corazón palpite de emoción y de alegría, por siete días que llamamos, Semana Santa de Sevilla.

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Juventud, divino tesoro. Esta época comienza poco a poco, a tomar su recta final dentro de mi ser. Unos años en los que vives en el regazo de unos padres que te sirven de apoyo y sustento en el día a día. Y es ahora, cuando abandonas esta etapa, cuando realmente te das cuenta de lo afortunado que has sido, y comienza la ternura y el recuerdo de unos años que se fueron, y que ya nunca volverán. Es entonces cuando te das cuenta de que tristemente el mundo no es como hasta entonces lo imaginabas. Mentira, crueldad, envidia, falsedad y un largo etcétera. Pero siempre, cuando experimento esta sensación, estáis vosotros para demostrarme que aún pervive la amistad y el compañerismo, demostrándome que aún pervive mi siempre querido Grupo Joven

Hace ya tres años, el hermano mayor, respaldado por su junta, me dio la oportunidad de ponerme al frente de un grupo, por aquel entonces, en plena reforma. Ni eso ni nada me hizo echarme a atrás en este proyecto, el cual afronté con toda mi ilusión.

Hoy, ya no somos los cinco o seis que empezamos, por suerte somos un grupo amplio y consolidado. Siempre he querido, desde mi corta experiencia, transmitiros el verdadero sentido que para mí tiene una Hermandad. No se si lo habré conseguido, pero lo que vosotros si me habéis enseñado es que existe la verdadera amistad, la que te da y no pide nada a cambio, la que no es rencorosa, la que te quiere.

Sin vosotros, quizás ahora llevara una vida distinta, en la que me hubiera perdido una lista interminable de cosas buenas, y sobre todo, el conoceros. Algún día, quizás tengamos que tomar las riendas de esta corporación, y creo que estaremos preparados para ello porque lo que más deseamos es hacer Hermandad, y eso es lo esencial.

Nunca olvidéis a lo que representamos, y recordad siempre la gente que ha quedado atrás en esta lucha por las Hermandades. Cómo no agradecerte a ti, Yolanda, el trabajo que estás haciendo por nosotros, sacando tiempo de donde no lo tienes para estar apoyándonos, demostrando que aquel grupo en el que conociste a tu marido no quedó en el olvido, y confiando siempre que unos chavales, como nosotros, somos capaces de llevar adelante este proyecto.

Como ya muchos sabéis, por decisión propia he decidido que este año sea el último en el que esté al frente de este gran grupo. Gran parte es por los estudios, pero sobre todo por ceder este cargo a alguna de las grandes personas que estáis ahí sentadas, para que viva y experimente una de las cosas que más feliz me ha hecho, ser Presidente de este maravilloso grupo de jóvenes candelarios.

He cultivado mi ser, he madurado y sobre todo he aprendido a valorar las cosas mucho más. Antes de irme, es obligado dar las gracias a una junta que lo ha dado todo, que ha tratado de darnos lo mejor de su ser y que tan solo a puesto facilidades ante nuestros ojos. El cargo que desempeño en esta Hermandad, es de las mejores cosas que me han sucedido en la vida, porque la gente que aquí hay, y el amor que se respira, difícilmente son igualables. A todos gracias.

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De todos los momentos que he vivido como Candelario, me quedo con este que os voy a narrar, y del cual estoy seguro que también recordará la persona con la que lo viví.

Era Martes Santo del año 2oo5, año en el cual todos perdimos a una gran amiga, madre ejemplar y ejemplo perfecto de una mujer luchadora. Margarita y yo nos encontrábamos en la mitad de la calle Sierpes, al mismo tiempo de que nuestra madre, Candelaria, hacía su entrada en Campana.

El capataz llamó, y dedicó la levantá a Andresito, que estaba haciendo un gran esfuerzo después de todo lo ocurrido. En ese momento, a los sones de Candelaria, del cielo emana un llanto breve, era ella. Margarita me dijo: Vamos a rezarle a mi madre para que pare. Y no se equivocó, como una madre que ansia por que su hija esté alegre, el agua se detuvo y la luna se despejó.

Cuando llegué a la iglesia, abatido por el dolor y el cansancio, le volví a rezar para darle las gracias por todo lo que había ocurrido en esa tarde, por haberme abierto los ojos, mostrándome que la fe no siempre termina en lo espiritual, sino que a veces, es tan intensa que se deja ver, como ocurrió ese Martes. Gracias Margara, por haberme dado a una amiga como Margarita, y gracias por enseñarme que siempre estarás ahí con nosotros.

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A los Candelarios de siempre. A ellos, porque son el corazón que bombea la fe de esta hermandad. A esos que sacrifican sus horas por esto. A los que trabajan todo el año para que el hermano capirotero llegue el martes Santo, acompañe a su Chiquitito y a su Candelaria por las calles de Sevilla y se vayan hasta la próxima Semana Santa. A los que están aquí desde pequeños. A los que encontraron en esta hermandad el amor de su vida. A aquellos que aún habiéndolo pasado mal, han vuelto siempre atraídos por ese magnetismo divino que los lleva hasta su Padre. Grandes personas me han enseñado desde que soy pequeño lo mejor de cada instante, de cada segundo, lo mejor de mi hermandad. Este pregón va por vosotros, porque lo dais todo sin recibir nada a cambio. Os aseguro que lucharé desde mi humilde persona porque todo vuestro esfuerzo y dedicación no caiga en el olvido, como tantas y tantas veces ha pasado.

Al corazón que bombea,

Al que sufre, al que siente,

Al que nunca nos deja,

Al candelario de siempre.

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Lejos queda ya el recuerdo de aquel 7 de Abril de 2009, en el que todos los sueños y todo el trabajo cobraron sentido. No sabía dónde meterme. Iba con un palermo, nervioso, buscando a los míos, pensando en todo aquello que yo había montado y podía fallar. Lo pasé mal, fui a reunirme con mi grupo, pero no conseguía tranquilizarme. De vez en cuando, una pequeña nube canalla tapaba el espléndido sol con el que el día se había levantado, y mi corazón me avisaba de que era insoportable tanta tensión.

Pero llegó el momento. Fui a despedirme de mi padre, cual hijo que se va a la batalla. Me dijo que disfrutara. Y ciertamente yo no lo veía posible, hasta que Juan Mari tocó el martillo. Cuando vi que estaba a la vera del capataz mientras llamaba, miles de sensaciones recorrieron mi cuerpo. No era un sueño, había obtenido un premio por hacer lo que más me gusta del mundo, ayudar en todo lo que se pueda. Y así comenzó una tarde que nunca olvidaré.

Fue el martes en el que más cargos tuve en mi vida. Y es que no solo fui prioste, fui también fiscal de paso. Perdí la cuenta de la cantidad de veces que se me acercó Dani Cuadro a decirme que había que darle paso, que íbamos con retraso y teníamos que entrar a nuestra hora. Normal, esto de las túnicas y los capirotes es muy traicionero, tanto que ni mi propio padre sabía quién era, ya te vale.

Me encontraba al final de la banda de las Tres Caídas, sin palermo, con un folio en la mano, esperando a que la banda dejase de tocar para volver a mí sitio. Miré hacia detrás, era mi padre, venía a por mí de un modo un tanto alterado. Me empezó a preguntar que quien era, que qué hacía allí, que donde estaba mi papeleta, mi cirio…Yo, un tanto agobiado por la situación, ante la bronca que me estaba echando mi padre, y con el ruido que produce estar situado al lado de 120 músicos, no sabía qué hacer. Mi mente me sacó la bandera blanca y se rindió ante una situación tan absurda...Tan solo me quedaba una salida: me quité el capirote, y en mitad de la calle Javier Lasso de la Vega le grité: ¡Qué soy tu hijo! No sé si este año vas a salir de nazareno, pero por si acaso me voy a hacer la túnica de lunares para que te sea más fácil identificarme.

Fue un martes distinto a los demás, lo viví de una manera diferente, apreciando cada detalle, cada instante. Siempre había llorado al terminar la estación de penitencia, pero cuando llegué a la iglesia, una sonrisa me arrancó mi cansancio, no estaba triste, y fue porque comprendí, que un año pasa volando, y que ese día soñado, ya vuelve a estar aquí.

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Y contigo nació la alegría. Por tu regazo han pasado culturas que se embaucaron ante el olor que dejaron las flores que a ti me inspiran. No son aires de grandeza, es el orgullo dejado por todo aquel que ha llegado preso de tu ternura y belleza. Hay quien dice que fuiste tú la Estrella que iluminó a Dios mientras creaba el mundo. Y desde ese segundo, todo lo que tu amor sedujo, cayó en un sueño de pureza.

Y es que solo cabe soñar. Soñar con los momentos que me has brindado, con las cosas que a tu lado he vivido, con los llantos que me has causado, fruto de la más sutil emoción. Y llegará la cuaresma, y la luz de tu alegría iluminará los corazones que tanto amor necesitan. Todo se hará esperanza, y la esperanza se hará vida, cuando tu luz ilumine la rampa en el que comienza mi sueño de siete días.

Solo me queda entregarme. Aquí está el preso de tu dulzura. Condéname a no evitarte y a embriagarme de tu frescura, que entre geranios y azahares, yace la flor más pura. Y siete letras la componen, siete letras tan sencillas, que a tu belleza antepone, tu bello nombre, Sevilla.

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No sé cómo hablar de ti, inspiración divina la que unas manos recogieran en un suspiro marcado por los ritmos en los que una gubia daba vida a un madero. No se como expresarme al hablar de la Reina de mis sueños en esas oscuras y largas noches de cuaresma. Como agradecerte el que siempre hayas escuchado mis plegarias, el que siempre estés ahí como una Llama inapagable fruto de la fe y el amor. No encuentro explicación a el por qué no puedo mirarte a los ojos y como dijo el gran Carlos Herrera, “estamos condenados a tener un amor de perfil”. No alcanzo a imaginar lo que puede sentir un hombre que te ayuda a caminar desde su trabajadera, a Tí, la Madre de Dios, Nuestro Salvador. Solo tu Candelaria guardas los secretos, las emociones y los rezos de todos aquellos que ante la luz de tu mirada, quedaron encandilados por un amor cuya fuerza supera toda explicación humana. Solo tú tienes un corazón cuyos latidos marcan el ritmo de nuestras vidas, y que como si de una chicotá se tratase, van marcando el paso hasta que una marcha llamada vida acaba, y con su última nota, elevamos nuestras almas al más divino de los cielos.

Limpié tus varales,

Limpié tu peana,

Pero no eran iguales,

Sin la luz de tu mirada.

Fundí esa cera,

La que a tu paso da lumbre,

La que ese martes luz crea,

Que en los jardines se difunde,

Y en tu rostro se refleja.

Pregonando tu belleza

Entre gentío y muchedumbre

Te conviertes en la cumbre,

De ese manto de pureza.

Y no menos esas flores,

Que tan solo en ese día,

Van repartiendo alegría,

Y un suspiro de oraciones.

Que orgullo ser candelario,

De ese palio, de esas flores,

De ese manto de pureza,

De ese río de oraciones.

Pero las palabras no sirven,

Y mira si Eres sencilla,

Que dos palabras te definen,

Candelaria, luz y vida.

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Desde la barriga de mamá supe que mi padre no era uno más, y lo supe al escuchar la levantá que un palio como el de la Candelaria hizo por mí. Siempre me han dicho desde chico muchos de los que hoy aquí se reúnen, que tú has sido el mejor capataz que ese palio ha tenido, y esas palabras siempre han estado en mi corazón, que cada mañana al despertarme me dice que debo sentirme orgulloso de tener un padre como tú.

Perteneces a la primera cuadrilla de hermanos costaleros que sacó un palio en la historia de la Semana Santa Sevillana. Quizás este mundo no sea como antaño, pero lo más importante es que me has trasmitido una esencia que te aseguro que no perderé y que si Dios quiere, transmitiré a mi hijo el día en el que me diga que quiere ser costalero.

Fuiste prioste de nuestros sagrados titulares, y el día en el que Luis María me entregó ese Palermo delante del Cristo que vela por nosotros, sentí en el abrazo que rompió el hielo de una emoción desbordada, que verdaderamente te había hecho feliz, que fue, es y será uno de los objetivos principales que marcan el curso de mi vida.

Quizás mi sueño imposible, pero no pierdo la esperanza de volverte a ver tocar un martillo con el tesón, la fe y la sabiduría con la que lo hiciste en esos años en los que tuve el infortunio de no estar en este mundo para verlo. Como dije al principio, hoy yo comienzo una vida, y la comienzo cerca de donde tú la empezaste. Tú, al igual que yo eras un joven ilusionado, con una vida por descubrir. Cierto es que esta hermandad te ha brindado algunos de los momentos más bellos de tu vida, pero no todo ha sido bonito, ¿verdad?

En las hermandades hay tres tipos de hermanos, los nuevos, los viejos, y los de siempre, que por desgracia son los que sufren por esto y se llevan la peor parte, pero si Dios así lo ha querido, y reflexionando un poco, esto también tiene un matiz positivo, y es que siempre se aprende más de lo malo que de lo bueno.

Me siento obligado a agradeceros tanto a tí como a mi madre el que lo deis todo por conseguir labrarme un futuro, y no he encontrado mejor ocasión, que en el día en el que mi hermandad me ha brindado la oportunidad de expresar lo que siento, ante tantos amigos y ante nuestros Titulares. Porque os quiero y porque me habéis dado todo lo que soy, esta exaltación va por vosotros.


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Señor de la Salud, devoción de tantos y tantos, que como yo, no son capaces de ordenar sus palabras, porque no cabe en este mundo la fe que me mueve a Tí. Tal es mi sentimiento que en mi nombre llevo marcada esa esencia Candelaria de la que día tras día me siento orgulloso. Tienes una mirada profunda, dolorosa. En tus ojos se reflejan tantos y tantos momentos vividos.

Que dolor desmedido y que ternura a la vez cuando vi a dos hombres secándote después del llanto que emanó de ese cielo que en 2007 partió los corazones de todos y cada uno de los Candelarios que hoy aquí nos congregamos. Pero también esa noche nos dejó ver algo insólito, y es que por primera vez Señor, cuando llegaste a casa tu Madre te estaba esperando, te esperaba con un llanto que pareció eliminarse en cuanto vio a su Hijo de vuelta, llevado por unos costaleros que esa noche merecieron la gloria, porque el esfuerzo que hicieron para traerte rápido a casa fue algo digno de mención.

Experiencias que te engrandecen como persona y como creyente, y que verdaderamente son las que te sirven para aprender que no todo siempre es perfecto. También eres único porque tu ropa está tallada, pero es tan perfecta que solo un materialista se fijaría en el detalle. Quien fuera el que te talló, quien fue capaz de plasmar tanta perfección en un trozo de madera, seguro que se encuentra en la gloria eterna sentado a tu lado, ya que creó un vinculo entre la tierra y los cielos realmente perfecto.

Donde más me gusta verte es en la calle San José, porque esa calle es la prueba en la que todos demuestran que su fe por ti es infinita. Esa calle es como el túnel que te lleva hacia la luz de tu casa, hacia el calor de tu hogar, hacia la satisfacción de que otro año más, has repartido todo lo que habita en tu alma a la Sevilla que te quiere y que te implora. Es una calle ardua, difícil e incluso desesperante en algunos casos, pero es una prueba de que en los momentos difíciles es la fe lo que nos llena y lo que nos da fuerzas a llevarte hasta la puerta de tu casa, en la que te despides de Sevilla hasta un nuevo año, lleno de esperanza y emoción.

Dicen que en Sevilla hay un martes,

En el que el mundo se apaga para verte la carita,

Siguiendo las pisadas de tu Hijo,

Lloras de rabia y le gritas,

Quién fue el que a Tí te dijo,

Que no eras el Rey de Sevilla,

Y en tu alma das cobijo,

A aquel que siendo tu hijo,

Te desprecia y ni te mira,

Jesús, que el cielo te de cobijo,

Pero en ese martes tan sentío,

Baja a mostrarte a Sevilla,

Y a la voz del capataz,

De tos por iguá, valiente

Comience la historia latente,

De ese Martes por Sevilla.

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En Sevilla huele a palma, a incienso, a pétalos en los balcones, y a torrijas en la despensa. Y es que se acerca el día. El día en el que despertamos alegres, contentos, el día en el que todo esto, comienza a tomar sentido. Un sentido que anhelamos todo el año, y que inunda nuestros corazones de una ilusión desmedida.

Un domingo en el que Jesús, a lomos de un borriquillo, va diciéndole a Sevilla que la salvación ha venido. Y la emoción nos invade, al ver a ese nazareno, que de la mano de su madre, daría el mundo entero, porque ese día no acabase. Y una banda comienza, a afianzar este hecho, con unos sones que provocan un escalofrío en tu cuerpo.

Todo vuelve a suceder. Un viento de Esperanza tiñe tus pupilas de una belleza divina imposible de creer. Es María, que entre sollozos de ternura deja ver su hermosura, su dulzura y su querer.

Entonces yo, aturdido por tu reclamo e invadido por la emoción, miro al cielo y aclamo: Hoy comienza en Sevilla otro domingo de Ramos.

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Esto se acaba. Ahora toca mirar al horizonte que muestra resplandeciente toda una vida por delante. Un futuro con un gran número de metas cargadas en mi mochila, que más allá de hacerme caminar más lento, me impulsan por el camino del afán y la superación. Quizás no llegue al lugar esperado o tal vez no llegue a ningún sitio, pero el recuerdo de esta noche y el calor que he recibido servirá de referente durante un largo camino, mi camino.

Hace unos 30 años, un grupo de jóvenes hermanos comenzó un sueño. Y es curioso como una iniciativa de adolescentes ha hecho posible que todo siga funcionando. Siempre he asociado la palabra hermandad con los jóvenes, ya que sin ellos no concibo algo más que una cofradía en la que los tres o cuatro de siempre se reúnen 15 o 20 días al año. Considero que en Sevilla se está extendiendo la figura del capirotero, parece que ya nadie tiene ganas de moverse, de ayudar, de hacer hermandad. Tenemos que luchar para que los grupos jóvenes no caigan en la monotonía de dos reuniones por año. Tenemos que luchar por las hermandades que ni siquiera tienen juventudes. Tenemos que luchar por el futuro de la Semana Santa de Sevilla.

Después de mí vendrán muchas visiones de la vida, muchos sentimientos y alegrías. Vendrá alguien que también saldrá al ruedo para entregar su corazón. Será entonces cuando sea consciente de lo que hoy he hecho.

No voy a decir he dicho, porque aquí no acaba mi pregón, el cual seguiré escribiendo mientras el destino me de la venia para hacer lo que más me gusta, vivir. Antes de continuar mi camino, tan solo diré una cosa:

Hace tres años comencé un sueño, y a día de hoy aún sigo soñando.

Hasta siempre.

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