domingo, 23 de marzo de 2008
Martes Santo según Macarena Benítez Escudero


Pocos son los años que no me visto con mi túnica blanca impecable, pocos son los años que te miro a los ojos y te pido salud, pocos son los años que te visto por fuera. Y este fue así. Mi madre, mi abuela y yo. Las dos mujeres más importantes de mi vida. Con ellas me planté en la calle candilejo y, entre el bullicio de la gente, esperé a que los primeros tambores sonasen anunciando que la cruz de guía estaba cerca.
Vi a los primeros capirotes blancos, y a mis primos que iban en uno de los tramos. Luego vino él… Una bocanada de aire llegaba por la calle mientras el olor a incienso inundaba a los presentes. Todos callaban, las trompetas sonaban, y el nudo en la garganta volvía después de mirarlo a los ojos y ver en su cara esa señal de dolor. Mis lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas cuando una nube de recuerdos rondó por mi cabeza. Me hubiese gustado ser el angelito que lleva de cirineo el señor de la Salud y haber abrazado perfectamente la cruz como lo hace él.
Pasaron los minutos y sonó la saeta. La luz se acercaba. Los primeros varales se mecían mientras el sonido de las bambalinas cada vez se oía mas cerca. Luz de San Nicolás, Candelaria guapa y radiante. Te miré y con dulzura fuiste desapareciendo entre la multitud del gentío. Pensé por un momento: ya queda menos para el martes santo del año que viene.
Macarena Benítez Escudero
Vi a los primeros capirotes blancos, y a mis primos que iban en uno de los tramos. Luego vino él… Una bocanada de aire llegaba por la calle mientras el olor a incienso inundaba a los presentes. Todos callaban, las trompetas sonaban, y el nudo en la garganta volvía después de mirarlo a los ojos y ver en su cara esa señal de dolor. Mis lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas cuando una nube de recuerdos rondó por mi cabeza. Me hubiese gustado ser el angelito que lleva de cirineo el señor de la Salud y haber abrazado perfectamente la cruz como lo hace él.
Pasaron los minutos y sonó la saeta. La luz se acercaba. Los primeros varales se mecían mientras el sonido de las bambalinas cada vez se oía mas cerca. Luz de San Nicolás, Candelaria guapa y radiante. Te miré y con dulzura fuiste desapareciendo entre la multitud del gentío. Pensé por un momento: ya queda menos para el martes santo del año que viene.
Macarena Benítez Escudero

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